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El trabajo no permite al menor ser un niño o una
niña, por ejemplo, no le da espacio para la lúdica, tiempo normal para los
niños del mundo.
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El trabajo atenta contra los derechos
fundamentales del niño.
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El trabajo puede poner en riesgo su salud mental
y física, por ejemplo, existen labores que entorpecen el normal crecimiento
(trabajar en un socavón) o atrofian su cuerpo.
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El niño y la niña no tienen todavía el criterio
para tomar decisiones, por lo tanto, el niño o la niña que trabaja están
siempre obligados a ello. A no ser que los tutores de los niños consientan o
les obliguen a trabajar a partir de los 16 años.
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Los niños, niñas y adolescentes pierden tanto en
el presente como en su futuro, las oportunidades que no se aprovechan hoy,
serán las frustraciones de mañana. Como se señala en el Libro "Cicatrices
de la Pobreza", hay personas que no superan el sentimiento de ser pobre y
de no haber alcanzado sus metas. Muchos culpan su condición de pobres, incluso
cuando son personas adultas.
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El trabajo infantil desvirtúa la percepción de
los niños, niñas y adolescentes, sus modelos a seguir por lo general son
negativos y sus experiencias de vida, muchas veces les hacen dar mayor crédito
a actitudes de riesgo y de mayor peligro
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